CAPÍTULO 28 - SER INFLEXIBLE

Cada persona tiene su propio modo de pensar para interpretar el mundo que le rodea y tratar de manejarse en él, del mejor modo posible. Generalmente, todos buscamos sentirnos bien con nosotros mismos y los demás y lograr las metas y objetivos que nos proponemos en nuestras vidas.

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Francisco de Sales
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CAPÍTULO 28 - SER INFLEXIBLE

Mensaje por Francisco de Sales »

CAPÍTULO 28 - SER INFLEXIBLE
- LO QUE NO ES APROPIADO -

Este es el capítulo 28 de un total de 200 –que se irán publicando- que forman parte del libro RELACIONES DE PAREJA: TODO LO QUE NO NOS HAN ENSEÑADO Y CONVIENE SABER.


“El objetivo en los desacuerdos no es tener razón, sino llegar a un entendimiento o a la solución”.


Aunque es necesario ser irreductible en algunos casos, es beneficioso saber ser flexible en otros.

Hay ocasiones en las que no se puede ser tolerante, bien por la gravedad del asunto, o bien porque es necesaria una demostración práctica para el otro de que hay límites que no se deben franquear, pero, en general, conviene ser ligeramente flexible, un poquito tolerante –para eso la mujer puede tener una sensibilidad y habilidad especiales- y saber cuándo se tiene que ceder un poco sin que ello merme la autoridad ni los derechos, y sin que por ello el otro crea que una se ha debilitado.

Una rigurosidad absoluta, junto a una seriedad autoritaria, puede crear un frío de desconocidos en la relación y un distanciamiento innecesario entre ambos. Puede hacer que él vaya dejando de ver a la mujer de la que se enamoró y en su lugar vea un sargento rudo o un dictador intransigente.

A veces, puede interesar ser un poco menos rígida, un poco menos intolerante, un poco menos rigurosa, y ser un poco condescendiente, para que el otro vea que, sin dejar de manifestar una actitud de firmeza, ni abandonar una posición, también se está abierta a la posibilidad de diálogo y negociación, y que no está todo perdido.

No es necesario ponérselo muy difícil, rayando lo imposible, porque el otro podría rendirse y retirarse, dejar de intentar un acercamiento y una solución, y entonces sí que estaría todo perdido.

Hay una frase que pregunta: “¿Prefieres tener razón o ser feliz?”. La respuesta es interesante y clarificadora. Quien responda “tener razón” está bastante abocado a ir quedándose solo o sola en todos los aspectos, porque la defensa a ultranza de una idea o de unos principios tiene un precio, y ese precio puede ser que el otro se marche por no aguantar a una persona tan obstinada que antepone el orgullo de tener razón a la felicidad. Y esta situación se da en ambos sexos. Quien responda “ser feliz”, parece que es más sensato, más realista, y con la elección de esta respuesta tiene más opciones de serlo.

Sobre este asunto conviene reflexionar y tener clara la decisión. Digo esto porque, por lo general, cuando uno se obstina en tener razón por encima de ser feliz es porque en ese momento no es dueño de su voluntad, amorosa y razonadora, y está en las manos inconscientes de la vanidad o del orgulloso ego, y puede llegar a hacer o decir cosas de las que más adelante se arrepentirá. Puede hacer daño al otro y a la relación, o sea, a sí misma. Y todo por una cabezonería que no aporta nada más que una pequeña satisfacción al ego, ese pequeño pero detestable enemigo de la relación.

Tal vez es buena opción ser flexible, como el bambú, y sobrevivir a los huracanes.

Francisco de Sales
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